Almas que como el acero
son calentadas al fuego,
debilitadas, dispuestas,
a ser forjadas,
por el herrero impasible.
Y así el herrero agarra el martillo,
comienza su encargo,
y golpea, sin descanso,
dando forma a su obra,
obra de la que no es dueño.
Y así el yunque no cede,
y con cada golpe escucha,
muy de cerca,
el alarido del acero
templándose lentamente.
Almas forjadas en la forja del mundo,
al fuego del sufrimiento,
bajo el martillo incansable y sobre el frío yunque
que se calienta hasta completar la obra,
lista,por fin
para la verdadera batalla.
Los números de 2013
Hace 11 años